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Josep Escaich

director general y consejero delegado de Bioibérica


Ingeniero técnico agrícola de formación. Cuenta con una trayectoria de 25 años dentro de Bioibérica, una de las empresas biotecnológicas con más historia en Cataluña. Se incorporó en la compañía en 1988 con funciones en el ámbito de la investigación, comercial y mercado internacional. En 1993 fue nombrado subdirector general y en 2003 inició la etapa actual al frente de la empresa como director general —a partir de 2012 también como consejero delegado— desde donde transmite la esencia de la tradición industrial, pero siempre con la mirada puesta en dar un paso adelante e innovar.


Bioibérica es el primer productor mundial de heparina, un anticoagulante que se utiliza para diversos tratamientos médicos como el infarto de miocardio, la trombosis o la hemodiálisis, con presencia en más de 70 países. Es una biotecnológica que investiga, produce y vende a nivel internacional desde el primer día, aspectos que la han convertido en un ejemplo a seguir dentro de la BioRegión de Cataluña. A mediados de los noventa, inició un proceso de diversificación del negocio hacia los medicamentos e ingredientes activos para las articulaciones —15 millones de pacientes se tratan cada año con sus productos—, el estrés vegetal o de cultivos y la salud inmunológica y digestiva.

En 2012 alcanzó una facturación de 237 millones de euros (69% de exportación). Entre Cataluña, donde tiene su sede corporativa en Barcelona y plantas en Palafolls (Girona) y en Vilafranca del Penedès (Barcelona), y las cuatro fábricas en Brasil, Estados Unidos, Italia y Polonia, ocupa a unas 400 personas.

¿La actividad de la empresa comenzó con la heparina?

Sí, efectivamente, en 1975 se creó Bioibérica porque en ese momento había más demanda que oferta de heparina y al ser un producto que se obtiene de origen natural se dieron una serie de circunstancias que hicieron posible ubicar una planta de producción en Cataluña, donde no había ninguna y en toda Europa sólo funcionaban dos. Bioibérica nació como una pequeña fábrica en medio de campos de cultivo en Palafolls y tenía la categoría de industria en el campo. Desde un primer momento, la empresa tuvo la vocación de especialización y clientes internacionales. Hemos conseguido que una de cada cinco dosis que se administra en el mundo sea catalana, y esto es importante considerando que los principales competidores son China e, históricamente, Estados Unidos, Inglaterra y Alemania. Para nosotros ha sido clave la apuesta por la ciencia y la tecnología industrial, el esfuerzo y tener gente muy preparada.

La segunda gran especialización es la artrosis, a través de la división Bioibérica Farma. ¿Por qué se ha elegido este campo terapéutico?

Ha sido consecuencia natural de la evolución de la empresa. Éramos fabricantes y vendíamos tres ingredientes activos farmacéuticos (condroitín sulfato, ácido hialurónico y glucosamina) y valoramos qué paso podíamos hacer para diferenciar la compañía y para que fuera más competitiva. A mediados de los noventa vimos que era necesario invertir en ciencia y lo más cercano era investigar sobre la aplicación de estos productos en el ámbito de la artrosis, un espacio de futuro porque los factores desarrolladores como el envejecimiento, la práctica deportiva y la obesidad van a más. Tampoco había muchos competidores de tamaño importante.

Más adelante, en 2008, decidimos ampliar la visión para centrarnos en la calidad de vida del paciente con artrosis. Así entramos en el ámbito de las tecnologías donde la medicina personalizada es el paraguas que engloba toda esta línea. Hemos abierto líneas de investigación dentro del ámbito de diagnóstico, tanto génico como de biomarcadores, en el que recientemente hemos presentado un test de ADN para saber cómo evolucionará la artrosis de rodilla; de farmacogenómica, donde tenemos estudios en marcha para ver cómo los tratamientos se van adaptando al paciente, y de terapia celular, donde en breve esperamos tener un producto para aplicación terapéutica. Desde hace cinco años también trabajamos en un proyecto de investigación en el ámbito de la nutrición para el primer novel food que recientemente ha obtenido la autorización de la Agencia de Alimentación Europea (EFSA).

Hoy Bioibérica tiene siete divisiones de negocio (heparina, alimentos funcionales, farma, nutrición deportiva, veterinaria, fisiología vegetal y mejora nutricional). Son campos que pueden parecer distintos entre ellos, pero no es así, ya que reutilizáis algunas materias primas.

Cierto. Nosotros tenemos un programa biointegral que dice que todo tiene que salir de la compañía con nombre y etiqueta y precio. Tenemos la heparina, que es el elemento inicial del proceso, pero hemos desarrollado otros outputs que nos han dado competitividad respecto a países como China, donde no tienen esta visión ni un proceso de fabricación y de gestión tan robusto y de calidad como el nuestro con todas las certificaciones europeas y norteamericanas posibles.

Sois una empresa con una fuerte vocación industrial, que tiene la planta productiva principal en Palafolls. ¿Es un valor positivo en estos momentos?

La estrategia de la empresa ha sido la especialización (heparina y artrosis) y la integración a través del desarrollo científico, la producción industrial, la venta y, actualmente, las nuevas tecnologías. Ser industrial te da carácter, personalidad y más margen para poder mejorar y hacer que tu producto sea singular. Nosotros tenemos vocación industrial, comercial y científica. Cuando pasamos de la heparina a la artrosis sumamos experiencia industrial y ciencia, no abandonamos nunca la tradición industrial. Al cliente le gusta saber y ver cómo producimos, nuestra fábrica es uno de los principales factores de venta.

¿Las fábricas en Brasil, Estados Unidos, Polonia e Italia son propias o con joint ventures?

Tenemos seis plantas de primer proceso (preparación de un crudo) repartidas en el mundo entre propias y joint ventures ya que nuestra vocación es compartir, creemos que sumar es mejor que proteger. Pero en Cataluña se finaliza la purificación del producto biológico. La planta central de Palafolls es una unidad de referencia a nivel mundial en productos glicosaminoglicanos.

¿Qué inversiones tenéis previstas?

Próximamente aumentaremos la capacidad productiva, sobre todo de heparina, en Palafolls y pondremos en marcha una planta en Alemania que será de primer proceso. Seguiremos invirtiendo en investigación y estamos estudiando otros campos como el desarrollo de una unidad de biogás a partir de todos los outputs que no hemos llegado a valorizar y con el sueño de que algún día podamos ser autosuficientes energéticamente.

¿Vuestra estrategia pasa por adquirir biotec más pequeñas como están llevando a cabo otros grupos del sector?

No, preferimos cooperar, compartir conocimiento y estrategia. Desde 2011 estamos colaborando con una spin-off creada por un investigador de la Universidad de Liège (Bélgica), que se llama Artialis, para desarrollar biomarcadores para el diagnóstico y pronóstico de la artrosis y otras enfermedades reumáticas. Es una empresa mixta nacida a partir de la colaboración de un científico experto, de Bioibérica Farma y del Gobierno belga. Pronto tendremos el primer producto, con el que a partir de muestras de sangre o de orina podremos conocer el desgaste del cartílago, una novedad mundial.

Tenemos gente muy preparada y con mucho conocimiento, pero no somos una multinacional. No tenemos una estructura con cientos de investigadores, sino un grupo de 10 científicos que investigan en cinco campos diferentes, y lo complementamos buscando centros de investigación especializados en artrosis, salud intestinal de animales jóvenes, estrés vegetal... Hace 30 años que lo llevamos a cabo y ahora se llama Open Innovation. ¡Tenemos más ideas que dinero! Ésta ha sido nuestra línea. No seremos nunca líderes en ventas, pero mientras hagamos que pasen las cosas dentro de nuestro sector ya estamos contentos.

Una de las grandes preocupaciones de empresas pequeñas del sector biotecnológico en Cataluña es la financiación para seguir adelante con su actividad innovadora en campos de interés como la oncología, el sistema nervioso y las enfermedades neurodegenerativas. Desde la posición de una de las biotecnológicas con más historia de nuestra casa, ¿cómo valora esta situación?

El sector biotecnológico será el rey, es una apuesta de futuro importante, pero está un poco contaminado. Habría que eliminar las biotec oportunistas y apoyar las biotec de verdad, aquellas ideas que tienen sentido y que aportan cosas buenas. También falta llegar al mercado más rápido, hay un exceso de querer sofisticar el producto.

Con la experiencia de Artialis hemos visto que el Gobierno belga dispone de unas herramientas que aquí no tenemos de momento. Uno de nuestros socios es el Gobierno, a través de unos fondos, y con carácter permanente. ¡Esto es implicarse! En Cataluña falta una apuesta real de creer en estas empresas.

La biotecnología es un campo fantástico que se puede aplicar a todas las ciencias de la vida. Nosotros lo hacemos en la agricultura, la salud animal y humana, el medio ambiente, la energía... Aunque las biotec están incomprendidas, hoy, con Biocat y Asebio las cosas están funcionando bien. Sólo hay que ver que Cataluña y España lideran los ensayos mundiales de nuevas tecnologías médicas.

La patronal Farmaindustria prevé que el gasto en medicamentos siga cayendo este año. ¿Qué deben hacer las farmacéuticas catalanas para seguir siendo competitivas y no perder puestos de trabajo?

Si cierras el grifo del dinero a alguien se revoluciona y si no está organizado todavía se desordena más. Hay una falta de criterios absoluta sobre qué hacer. Se ha perdido la palabra paciente y sólo se habla de gasto. Creo que es un problema de gestión y de organización, no que el médico prescriba más o menos. Las farmacéuticas catalanas deben intentar no despedir personal, reducir presupuestos a cero si es necesario y con el equipo buscar nuevas maneras de trabajar e intensificar y seguir la expansión internacional y diversificar. Y si cambia el marco legal y regulatorio, que es a menudo, estudiarlo y adaptarse. Este es uno de los principales problemas que tenemos sobre la mesa, ya que es imposible tener una visión de lo que vendrá en los próximos tres años.

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