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Barcelona, 25 de octubre 2016 – Las experiencias estresantes durante la etapa prenatal, la infancia y la adolescencia pueden tener consecuencias positivas o negativas en la capacidad adaptativa y la salud mental joven y adulta. La clave está en la intensidad, la frecuencia y la controlabilidad del estrés, así como en la predisposición biológica a superar los momentos duros de la vida.

Por un lado está el estrés adaptativo, que favorece la memoria, el rendimiento cognitivo y otros procesos biológicos que facilitan la adaptación del individuo en el entorno. Otras experiencias precoces que pueden ejercer un efecto positivo son los cuidados maternales adecuados que creen un vínculo fuerte y una relación segura que estimule la confianza, el enriquecimiento ambiental mediante la estimulación cognitiva, el contacto social estimulante y la exposición a retos nuevos y cambiantes en el juego o el ejercicio.

El equilibrio en el estrés, llamado eustrés, puede contribuir a crear criaturas más fuertes y preparadas para la vida. Así, vivir situaciones de estrés positivo ayuda a los niños a vivir las experiencias como un reto y no como una amenaza, mejorando su resiliencia –la capacidad de los seres humanos para superar situaciones adversas–. Esto refuerza la capacidad posterior para gestionar situaciones exigentes de la vida adulta como los despidos laborales, rupturas sentimentales o el duelo por la pérdida de una persona querida, por ejemplo.

Por otro lado, el estrés tóxico y lesivo –como el bullying escolar, los abusos o los maltratos en el ámbito familiar– es a menudo catastrófico para las situaciones dolorosas o humillantes vividas que se traducen también en huellas biológicas detectables. Este tipo de estrés es el factor principal no genético que incrementa la vulnerabilidad a desarrollar trastornos adaptativos y problemas crónicos de salud mental como trastornos depresivos o ansiosos graves. El uso inadecuado de psicofármacos durante las etapas precoces de la vida también deja traza perdurable, no siempre adaptativa. Los expertos discutirán sobre el impacto a largo plazo de este tipo de medicamentos, en función del síndrome tratado y de su gravedad.

CosmoCaixa acoge hoy y mañana una reunión de investigadores internacionales que discutirán sobre cómo las experiencias estresantes durante las etapas precoces tienen consecuencias en la vida adulta, convocada por B·Debate, una iniciativa de Biocat y la Obra Social “la Caixa”. El objetivo es identificar qué experiencias precoces pueden ejercer un impacto positivo y cuáles tienen efectos negativos en la conducta y la fisiología del sistema nervioso, y cómo algunas de estas experiencias pueden dejar trazas a través de generaciones.

Hay datos epidemiológicos que estiman que en España 2 de cada 10 niños y niñas sufren un problema de salud mental. Alrededor de un 11% de adolescentes puede desarrollar trastornos depresivos sobre los 18 años y un 8% de adolescentes puede presentar un trastorno de ansiedad entre los 13 y los 18 años. En Europa los trastornos depresivos ya son la cuarta causa más habitual de enfermedad, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). En las sociedades occidentales los trastornos mentales representan un 25% de los años laborables perdidos y su coste global parece que supera los de la diabetes, cáncer y enfermedades pulmonares todos juntos.

Jordi Portabella, director del Área de Investigación y Conocimiento de la Fundación Bancaria "la Caixa"; Albert Barberà, director de Biocat; Roser Nadal, colíder del congreso e investigadora del Instituto de Neurociencias de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB); y Carmen Sandi, investigadora de la Escuela Politécnica Federal de Lausana (Suiza), han presentado hoy una nueva edición de B·Debate, una iniciativa de Biocat y la Obra Social “la Caixa”, sobre cómo las experiencias durante la etapa precoz tienen consecuencias detectables en la vida adulta.

Además de los ponentes de la rueda de prensa, los siguientes científicos participan en el congreso y están disponibles para atender a los medios o entrevistas, previa petición:

  • Adolf Tobeña. Colíder de B·Debate. Catedrático de psiquiatría de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), y miembro del Instituto de Neurociencias de la UAB. Autor de diversos libros sobre neurociencia para el público general.
     
  • Rachel Yehuda. Referencia internacional en trastorno por estrés postraumático como consecuencia de una guerra. Ha atendido víctimas del Holocausto, Vietnam, Irak, Afganistán y los atentados terroristas del 11-S. Investiga en el Hospital Monte Sinaí de Nueva York (EE UU).
     
  • Kerry Ressler. Investiga marcajes génicos de emociones como el miedo y la ansiedad y como se codifican en la región de la amígdala cerebral. Investigador de la Escuela Médica de Harvard (EE UU) y director del departamento de depresión y trastornos de ansiedad del Hospital McLean.
     
  • Isabelle Mansuy. Profesora de neuroepigenética en la Universidad de Zúrich y la Escuela Federal Politécnica de Zúrich (Suiza). Investiga como el estrés traumático se  puede heredar generación tras generación en mamíferos y qué enfermedades humanas tienen estos rasgos.

El programa detallado de B·Debate “Early life experiences. Vulnerability or resilience?” (Las experiencias precoces de la vida. ¿Vulnerabilidad o resiliencia?) está disponible en este enlace.

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