Tres investigaciones pediátricas centradas en enfermedades infantiles graves reciben una beca de la Fundación Daniel Bravo
<p>Los proyectos trabajan en la atrofia muscular espinal, el síndrome de la muerte súbita y la enfermedad de Kawasaki</p>
Seis hospitales y centros de investigación han recibido la beca como ganadores de la primera convocatoria de los Proyectos Daniel Bravo de investigación en pediatría por tres proyectos que cuentan con investigadores de prestigio internacional. Cada investigación ha recibido una financiación valorado en 300.000 euros.
El Vall d’Hebron Institut de Recerca y el Institut d’Investigació Biomèdica Sant Pau han sido seleccionados por un proyecto sobre la atrofia muscular espinal. El Institut Investigació Biomèdica de Girona y el Hospital Sant Joan de Déu lideran una búsqueda por el síndrome de la muerte súbita, mientras que el Institut Català de Ciències del Clima –junto también con el Hospital Sant Joan de Déu– trabaja en un estudio sobre la enfermedad de Kawasaki.
De los 54 proyectos recibidos, la Fundación ha valorado que las propuestas generaran una investigación colaborativa entre investigadores básicos y clínicos, que estuvieran basadas en el paciente (patient centered research), que dieran una respuesta a necesidades médicas no cubiertas en niños y jóvenes y que los resultados fueran aplicables en los próximos años.
La atrofia muscular espinal infantil
Los equipos liderados por Eduardo Tizzano (VHIR) y Pablo Fuentes-Prior (IIB Sant Pau) trabajan en una enfermedad minoritaria que actualmente es la segunda enfermedad hereditaria grave más común en la infancia y que no tiene ningún tipo de tratamiento específico.
La atrofia muscular espinal es una enfermedad neuromuscular que afecta a las neuronas motoras del asta anterior de la médula espinal y produce la debilitación progresiva de la musculatura, causada por la disminución de la cantidad de proteína SMN (Survival of Motor Neuron).
El trastorno se produce por la alteración en el gen SMN1, cuya función queda sustituida parcialmente por el gen SMN2. Este gen SMN2 intenta producir las mismas proteínas que el SMN1 pero tiene una variación que reduce la capacidad de generarlas de manera completa a menos del 50% (en la del porcentaje restante le falta el exón 7, que queda excluido fundamentalmente por la interacción de dos proteínas inhibidoras).
El proyecto de investigación busca entender las interacciones moleculares entre el ARNm codificado por el exón 7 del gen SMN2 y los dos factores clave que actúan de forma sinérgica para promover la exclusión de este exón. Con esta información, el grupo espera encontrar soluciones capaces de interferir con las interacciones proteína-ARN para liberar el exón 7 (aislándolo del complejo ternario) y garantizar niveles adecuados de la proteína SMN completa. El objetivo último de la investigación es encontrar una molécula que sea efectiva por vía oral.
La investigación conjunta con el IIB Sant Pau se dará en colaboración con Pablo Fuentes, biofísico que estudia el aislamiento del complejo ternario y la cristalización de la proteína. De hecho, Eduardo Tizzano comenzó la búsqueda en el IIB Sant Pau, donde trabajaba antes. "Con la beca Daniel Bravo consolidaremos los puntos establecidos y seguiremos profundizando en todo lo que tenemos para poder aislar el complejo y probar medicamentos", valora Tizzano. El doctor se marca como meta encontrar respuestas personalizadas para los pacientes, ya que las copias del SNM2 no son siempre funcionalmente equivalentes en cada caso.
El síndrome de la muerte súbita
El síndrome de la muerte súbita es una patología que afecta a 7,5 de cada 100.000 jóvenes en el mundo. El proyecto está dirigido por Ramon Brugada (IDIBGI) y Josep Brugada (HSJD), que trabajan en un proyecto pionero en Cataluña donde participarán 60 familias que han sufrido el síndrome de la muerte súbita inexplicada para hacer un análisis genético exhaustivo de los principales 77 genes asociados a la enfermedad.
Ramón Brugada comenta que en un 25% de los casos la muerte súbita se produce por una causa genética. "Evaluamos la biopsia de las personas que han sufrido el síndrome y hacemos un estudio genético a las familias. Así podemos descubrir el agente genético que causa la mutación y podemos desarrollar un fármaco que lo prevenga. También nos ayuda para saber qué familiares no tienen la mutación y, por tanto, para descartarlos como pacientes".
El Grupo de Investigación Cardiovascular del IDIBGI, que trabaja en la búsqueda genética desde hace más de 20 años, tiene un laboratorio de diagnóstico único en Cataluña donde se hacen estudios genéticos con una herramienta que utiliza la tecnología Next Generation Sequencing, que se ha desarrollado gracias a un acuerdo con los laboratorios Ferrer y está disponible en 25 países más. Con esta tecnología, se pueden hacer estudios de 100 genes en 3 semanas con una velocidad de diagnóstico muy óptima.
Esta herramienta, a disposición de la comunidad clínica, permite que el diagnóstico del paciente pase a su médico para que le pueda hacer el tratamiento y seguimiento desde el hospital. "Nos dimos cuenta de que hay una línea muy fina entre la investigación y la práctica clínica y el paciente quiere una respuesta", valora Brugada. Por eso el IDIBGI colabora con el Hospital Sant Joan de Déu, donde los pacientes infantiles que tienen un problema genético ingresan y se les hace una valoración.
El recorrido de esta investigación pasa por descubrir otros genes asociados a la muerte súbita –hasta ahora se han encontrado la mitad–, y sobre todo para entender porque en algunos núcleos familiares de la misma familia genética –es decir, con la misma mutación– se dan más muertes súbitas que en otros.
"Creemos que, aparte del componente genético, hay otros factores epigenéticos y ambientales que afectan a la interacción de los genes. Para poderlo definir, necesitaríamos un grupos de pacientes mucho mayor y todavía no lo podemos generar porque las familias que sufren la muerte súbita suelen ser pequeñas. Además, necesitaríamos tejido cardíaco para analizar cómo interaccionan los genes y qué moduladores genéticos son determinantes, pero estamos limitados porque no podemos hacer biopsias. Utilizamos modelo animal y celular ", explica Brugada.
La enfermedad de Kawasaki
En los últimos tres años el equipo del Dr. Xavier Rodó del IC3 ha liderado un consorcio internacional para entender diversos aspectos de la enfermedad de Kawasaki, de origen aún desconocido y que es la primera causa de cardiopatía adquirida en niños en los países desarrollados.
La investigación ha intentado determinar el causante de la enfermedad a partir de muestras ambientales de los lugares donde hay una mayor incidencia del síndrome, entre los que se encuentra Japón. La hipótesis más sólida es que el causante es un microorganismo transportable por el aire.
Xavier Rodó explica que la investigación en este momento se encara a confirmar definitivamente los resultados obtenidos. "El hecho de que sea un único microorganismo o que puedan ser varios –o más bien toxinas ambientales derivadas de ellos– tampoco está plenamente confirmado y por otro lado no podemos descartar que incluso haya otros factores ligados por ejemplo a las características químicas del aire en el momento de la inhalación".
En Japón, el consorcio seguirá trabajando en hacer un muestreo in-situ de las zonas susceptibles de ser las causantes del agente de la enfermedad, que son básicamente zonas agrícolas de cultivos intensivos. En Cataluña, el proyecto cuenta con la colaboración –desde hace dos años– del Hospital Sant Joan de Déu, que hace un seguimiento de los nuevos pacientes, coordina la obtención y el análisis de las muestras de un biobanco específico y crea una base de datos para los últimos 10 años de los enfermos de Kawasaki admitidos en el centro. "La creación del biobanco y el análisis de todas las muestras recogidas desde aquí nos ofrece la posibilidad adicional de poder testar inmediatamente nuevas hipótesis que vamos generando", considera Rodó.
El salto cualitativo que quiere hacer el equipo es crear un sistema de alerta para anticiparse en las temporadas de incidencia alta. "Este sistema debe permitir el desarrollo de un sistema matemático que permita alertar a la comunidad médica y en todo caso los gestores de salud pública de la llegada de determinadas masas de aire que pueden ser susceptibles de contener el agente etiológico de la enfermedad", valora Xavier Rodó.